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Gracias monseñor Urosa por llamar al pan, pan ¡y a la comuna, comunismo! Contrasta su claridad con la de buena parte de nuestros intelectuales, periodistas y políticos que se niegan a emplear la palabreja. Y aun con la de los pocos que empiezan a atreverse, pero que no asumen la crítica dura que se requiere para derrotar al chavismo. ¡La puesta en evidencia del marxismo como una simple necedad!

Esta misma semana, dos excelentes periodistas -Kiko y Vladimir- entrevistaban a un chavista acerca del totalitarismo y la denuncia de Urosa. El buen señor, temeroso, sabiendo que podían rebatirlo con facilidad, decía que Chávez no era comunista… Y yo me quedé esperando aunque fuese una pregunta incómoda, algo que evidenciara que Chacumbele es virulentamente ñángara. Por ejemplo: ¿se puede ser marxista sin ser comunista? ¿Qué diferencia a la comuna del comunismo? O, yendo al fondo: ¿cómo -sin ser comunista- se puede pensar en una idiotez tan grande como la eliminación de la división del trabajo? Nada, ni siquiera una ironía. Y nos quedamos, además, con una horrenda petición a Dios: ojalá que sea que no saben cuán inconsistentes son el comunismo y el marxismo; que NO sea, Diosito, que se negaron a acosar al entrevistado porque creen que de esa forma ¡evitan la polarización y al no arremeter contra el chavismo podremos ganarnos a sus seguidores! Ojalá no perdamos -de aquí al 26S- esa veta electoral inmensa que es la denuncia sólida de la barbarie comunista.
Pero algunos intelectuales no se quedan atrás: creen que hay que evitar que se imponga la idea de que “esto” que impulsa Chávez es el comunismo. Uno de ellos, de los más lúcidos -Carlos Blanco-, decía el domingo pasado en El Universal: “Chávez cree estar construyendo el socialismo y lo que construye es una sociedad prefeudal, muy parecida a lo que Marx llamó Modo de Producción Asiático. Un sistema de propiedad colectiva en la que nada era de nadie, sino de la comuna y que generó una elite dominante, encabezada por un faraón o un inca convertido en jefe y real propietario de lo que supuestamente pertenecía a todos”. ¿Habrá reflexionado Carlos acerca de que “eso”, esa sociedad prefeudal, es exactamente la que deriva de la utopía marxista, la que se impuso en Rusia, China, Camboya y Cuba; con faraones y todo: Lenin, Stalin, Mao, Pol Pot, Castro… ¡y Chávez!? Pero -lo esencial- ¿habrá reflexionado mi antiguo compañero de cubículo en la UCV acerca de que exactamente “eso”, el comunismo auténtico, era lo único que podía salir de un enfoque tan absolutamente inviable como el de Marx?
Más adelante, Carlos redondea su esperanza de que el chavismo nada tenga que ver con el marxismo: “aquí no hay revolución… Lo que ha habido es el asalto al poder de una camarilla inescrupulosa… “. Lo siento, pana, de verdad lo siento: toda nuestra vida rindiéndole culto a Marx, para venir a descubrir a estas edades que “esto” es exactamente la única revolución que podía salir de una utopía tan absurda. Una revolución -¡si tú lo dices!- “no tan romántica ni a ratos gloriosa” como la cubana, la rusa o la china, pero brutalmente idéntica a ellas en lo esencial: la destrucción feroz del capitalismo, la libertad individual, la propiedad privada… y la dignidad humana. ¡Lo único que podía salir del menjurje que Marx tenía en la cabeza! Toda la estupidez de una obra como El Capital, Carlos, no podía producir sino una destrucción radical de la sociedad y de lo humano, como la que vivió la Unión Soviética y la que estamos viendo en Cuba y Venezuela. Gracias de nuevo, monseñor Urosa.
http://emeteriogomez.wordpress.com

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