A Chávez le ha caído no sólo una tremenda pava, sino lo que nuestros abuelos llamaban la propia pava macha. Al circo bolivariano le comenzaron a crecer los enanos.
Habría que ser un canalla para alegrarse por la muerte de Willian Lara, pero de que viene a reafirmar lo que todo Venezuela supone, a saber: que a Chávez le ha caído no sólo una tremenda pava, sino lo que nuestros abuelos llamaban la propia pava macha, no cabe la menor duda. Al circo bolivariano le comenzaron a crecer los enanos.
Así es la diosa fortuna: caprichosa, veleidosa, atrabiliaria, oportunista. Un día te atiborra de regalos y carantoñas, te abre las puertas del paraíso y te permite el disfrute de los más extravagantes goces, para quitártelos de golpe y porrazo, dejándote en la calle, sumido en lágrimas, atacado por todas las pestes y enfermedades del mundo.
Es el destino de los pueblos y los hombres. La Biblia recomendaba cuidar con esmero los bienes obtenidos durante los siete años de vacas gordas. Que luego vendrían los siete de vacas flacas. Se está cumpliendo como una maldición de los astros. Se acabaron los siete años de vacas gordas y entramos a los de las vacas raquíticas. ¿Y qué hizo el chavismo con la sobreabundancia de bienes comprados durante el esplendor de las vacas hartas? Dejarlos podrirse, arrumarlos con desprecio, olvidar el mandamiento sagrado con que los pobres esperaban el camino al cielo: respetar el pan, que es de Dios. Comérselo cuando se lo tenía. Guardarlo cuando sobraba. Y mojarlo o rayarlo si se ponía duro. Pero ¿dejarlo abandonado a los gusanos? ¡Jamás!
Parece película de horror: los ciento cincuenta mil cadáveres echados a la fosa común de la tristeza por la lenidad del gobierno se levantan de sus tumbas y comienzan a acosar al tirano. Como en una tragedia griega. Y contra la venganza de quienes fueron asesinados – un hombre santo y bueno de último, nuestro amado Franklin Brito – no hay otra respuesta que echarse de rodillas ante el Supremo Creador y pedir perdón.
Es lo que la Venezuela trágica, la Venezuela ensangrentada, la Venezuela humillada y ofendida por un régimen oprobioso espera impaciente. Que quien ordenó el secuestro de Brito en el psiquiátrico del hospital militar pague con cárcel. Que quien tenía la obligación de defenderlo de la implacable prepotencia del Estado, pues era un hombre del pueblo, y no lo hizo, pague con cárcel. Que quien debió controlar tanto desafuero, y no controló, pague con cárcel. Que quienes debieron legislar a favor del pueblo y lo hicieron a favor del tirano, paguen con cárcel. Que quienes tenían el deber de defender nuestra soberanía y permitieron darle la patria a los cubanos, paguen con cárcel. Que el responsable mayor por tanta tragedia, el hoy empavado teniente coronel, que tenía la obligación de cuidar a la familia venezolana y se la entregó a los samuros de su entorno, pague con cárcel.
Mientras ello no suceda, seguirán acumulándose las desgracia. El crimen no paga. Las víctimas cobran. Ayer cobraron. Están cobrando. Y la factura la recibirán los culpables el 26 de septiembre. Será el comienzo del fin. Su fin.
Fuente: Referencia Digital (Venezuela)
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