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Liu Xiaobo, Premio Nobel de la Paz

Separación de poderes, democracia legislativa, sistema judicial independiente del poder político, garantía de derechos humanos, libertad de expresión y de asociación, protección de la propiedad privada, reconciliación verdadera, son apenas algunas de las peticiones contenidas en el Capítulo 8, un manifiesto inicialmente suscrito por 350 intelectuales y activistas de derechos humanos chinos para promover la reforma política y la democratización de la República Popular China, documento que actualmente sobrepasa las 8 mil firmas de activistas de todo el mundo.

Publicado el 10 de diciembre de 2008, en ocasión del 60º. aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos, esa misma fecha, 10 de diciembre, servirá de marco en 2010 para la ceremonia de entrega de los Premios Nobel que en la modalidad de Premio Nobel de la Paz le será entregado en ausencia al disidente chino y signatario del manifiesto Liu Xiaobo, encarcelado en Beijing desde el día de publicación del Capítulo 8 bajo el cargo de “incitación a la subversión contra el poder del estado” y condenado a 11 años de prisión y dos años de privación de sus derechos políticos.

La reacción de las autoridades de la República Popular China no se ha hecho esperar, en la forma que usualmente toman las reacciones de los gobiernos autoritarios y dictatoriales.

Por una parte, en días previos al otorgamiento del premio, amenazó al gobierno noruego con romper relaciones si éste no presionaba al Comité Nobel para impedir ese nombramiento y ahora ha convocado al embajador noruego en Beijing para explicaciones.

Que el Comité fuese independiente del estado noruego, como suelen ser estas instituciones en gobiernos democráticos, no pareció ser una razón entendida por las autoridades chinas, acostumbradas al poder omnímodo del estado sobre la vida de todos los ciudadanos.

Para éstas, Liu Xiaobo lejos de ser lo que es, un activista pacífico de derechos humanos que ha sacrificado su vida personal en aras de un ideal, sería por el contrario un criminal de delitos comunes, cargo éste que todos los gobiernos autoritarios del mundo endosan a quienes con dignidad se oponen a los abusos de los poderosos. 

La decisión del Comité Nobel de adjudicar el Premio de la Paz 2010 a Liu Xiaobo va en línea con otorgamientos pasados a figuras destacadas en su lucha por la defensa de los derechos humanos y civiles en diferentes partes del mundo. Mientras algunas decisiones del Comité Nobel han sido controversiales, el otorgamiento del premio a Martin Luther King (1964, EEUU), Aung San Suu Kyi (1991, Birmania), Nelson Mandela (1993, Suráfrica) o Shirin Ebadi (2003, Irán), por citar unos pocos, rescatan el valor de la lucha por la defensa de los derechos humanos, el rescate de la democracia y el enfrentamiento a los regímenes de fuerza, sean éstos originados en tomas forzosas del poder o a través de la desfiguración de un sistema democrático pervertido por la vía del abuso autoritario.

Estas figuras universales nos sirven de faro conductor para valorar en toda su dimensión el sacrificio que en nuestro país hacen con dignidad suprema quienes están comprometidos desde las cárceles a una lucha similar por la defensa de los derechos humanos y civiles de todos nosotros, sin claudicación posible.

No podemos, no debemos olvidarlos. En cada uno de ellos reposa un Liu Xiaobo por quien debemos mantenernos firmes hasta triunfar en su liberación, que será también la nuestra.

Por:Gioconda Cunto de San Blas, miembro de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales

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