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Imposible hablar hoy de feliz Navidad en medio de la horrible catástrofe que está viviendo  Colombia. Imposible también que esta bonita expresión pueda oírse en un país hermano que es como mi segunda patria. Me refiero a Venezuela. Solo que allí, además de las inundaciones, se está viviendo un peor desastre que tiene nombre propio: Hugo Chávez. El regalo navideño que este le ha hecho a su país es el de abandonar todo maquillaje legal para mostrar al fin su verdadera cara de dictador en ciernes.
No me refiero solo a la famosa Ley Habilitante, que aprobó su parlamento de bolsillo. Disponiendo de poderes para legislar por decreto hasta las elecciones presidenciales del 2012, esa ley deja convertida a la Asamblea que se inicia el próximo 5 de enero, con sus 67 diputados de oposición, en una corporación puramente ornamental.
Como tenebroso primer paso de su presidencia imperial, Chávez ha puesto en marcha veinte decretos ley que van a convertir a Venezuela en otra Cuba.
Cuatro de ellos buscan dar a las llamadas Comunas Socialistas, integradas por dóciles partidarios suyos, poderes que anulan las competencias de alcaldías y gobernaciones y de la propia Asamblea Nacional. Cada comuna, según palabras de Chávez, recibirá recursos del Estado, contará con un Parlamento Comunal y una Carta que garantizará la primacía del interés colectivo sobre el interés particular. En otras palabras, como lo ha advertido el conocido dirigente venezolano Diego Arria, se trata de crear algo equivalente a los sóviets soviéticos, a los Comités de Defensa de la Revolución cubana y de los Congresos Populares de la Libia de Kadafi.
Por otra parte, Chávez promulga una renovada Ley de Responsabilidad Social de la Radio y Televisión, que ahora se extiende a los medios electrónicos. Se trata de impedir que la oposición se manifieste por Internet, pues serán castigados los mensajes que "fomenten zozobra" o "alteren el orden público". Y otros horrores: una Ley de Universidades, que quiebra la hasta entonces intocable autonomía de los institutos de educación superior; una ley sobre propiedades urbanas que puede permitirle la ocupación de viviendas y hoteles; una ley para intervenir y controlar bancos, y otra, llamada Ley de Cooperación Internacional, encaminada a impedir la ayuda exterior a entidades de la sociedad civil. En síntesis, todos los poderes quedan en manos de Chávez.
Plinio Apuleyo
Al mismo tiempo, dando un nuevo y gravísimo paso en la política de expropiaciones rurales iniciada de tiempo atrás por el régimen, el ministro de Agricultura y Tierras, Juan Carlos Logo, "disfrazado de guerrillero, con franela roja, la cara del Che en el pecho y pistola al cinto" (así lo describe el ex candidato presidencial y respetable figura de la oposición Oswaldo Álvarez Paz), se dispone, al frente de tropa y milicianos armados, a ocupar 47 fincas al sur del lago de Maracaibo.
La medida, extensiva a otros estados andinos, está provocando una sublevación regional. Álvarez Paz ha retado al presidente a que se ponga personalmente al frente de las fuerzas de ocupación ilegal y asuma la responsabilidad de lo que pueda suceder. "Allí nos encontraremos", le anuncia corriendo todos los riesgos.
La respuesta de Hugo Chávez no tardó en conocerse: "Los latifundistas andan llamando al caos; si ellos van a buscar fusiles, aténganse a las consecuencias. Actuaremos fusiles contra fusiles".

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