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La ineficacia de este régimen nefasto presidido por Chávez se pone de manifiesto cada  vez que el país es azotado por un fenómeno climatológico como el de las lluvias, que siempre alcanza grado de desastre nacional.

Han sido casi 12 años de deslaves, tragedias, miseria, destrucción, falta de mantenimiento y despilfarro de nuestros recursos, que son obsequiados a países de gobiernos amigos, cuyos votos en organismos internacionales son necesarios para lavarle la cara al régimen o se destinan a exportar la revolución.

La capacidad de respuesta del gobierno bolivariano ante la tragedia es la demagogia Miraflores alojará a 25 familias damnificadas y castigo para los gobernadores y alcaldes que hacen un trabajo encomiable atendiendo emergencias y situaciones de desastre. Es tal el nivel de indignación de la gente por el pésimo manejo de esta crisis que a regañadientes el Gobierno accedió prestar apoyo a los gobernadores de Miranda y Zulia y aceptó las donaciones de alimentos de la empresa privada, después de fracasar en el intento de politizar la ayuda humanitaria al retener 12 toneladas de alimentos donadas por Empresas Polar en la alcabala de Boca de Aroa, lo que generó una enérgica protesta de los ciudadanos. El Gobierno muestra el mismo escaso sentido común y la misma carencia de planificación demostrada en prevenir el colapso del sistema eléctrico y en el manejo del país. 

El vendaval. Hemos pasado la mitad del año implorando a Dios para que lloviera, porque el "imperio" era causante de la sequía que impedía producir la electricidad que las 12 turbinas desmanteladas del Guri no fueron capaces de generar. Aun así, continúa la emergencia eléctrica prácticamente en todo el interior del país y en zonas selectivas de la capital. Ahora son las lluvias: muertos, damnificados, ruina, pérdidas materiales, atraso, suspensión de actividades, todo eso como consecuencia de 12 años de malversación y de una política de desmantelamiento a todo nivel que, como siempre, deja a los más pobres a riesgo de sufrir las consecuencias de vivir en una especie de estado fantasmal. Si el Gobierno se hubiera comprometido a destinar tan solo 0,5% del ingreso petrolero de esta última década, hoy tendríamos 25.000 millones de dólares por lo menos destinados a generar una inversión extraordinaria en el mejoramiento y recuperación de la infraestructura vial, rural y urbana, especialmente en zonas marginales. Por el contrario, el gobierno bolivariano logró colocar al país en situación de desastre nacional. Un ejemplo patético de la criminalidad y saña con la que actúa el régimen de Chávez es la creación del ineficiente Gobierno del Distrito Capital, que mutiló 95% de los presupuestos de Protección Civil, bomberos, urbanismo de la Alcaldía Metropolitana y por mezquindad política condenó a millones de ciudadanos a la orfandad y a la indefensión.  

El Ávila que siempre había sido el escudo protector de los caraqueños se derrumba, los fuertes incendios que lo devastaron en marzo de este año, agravados por falta de mantenimiento en los cortafuegos y por el criminal abandono de programas de recuperación por parte de la Electricidad de Caracas y del Banco de Venezuela cuando pasaron a manos del Estado, debilitaron más sus suelos y hoy, saturados por el agua, están provocando deslizamientos intempestivos que obligaron a cerrar tramos en la Cota Mil. Nadie garantiza que se repita otro deslave, es una angustia que no deja dormir a los que viven en las faldas de El Ávila y que ven crecer sus cascadas como si fueran las cataratas del parque nacional Canaima. El año terminará entre vendavales. El gobierno también.

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