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Plaza Tahir - Foto Reuters
La multitud congregada en el centro de El Cairo ha desafiado el llamamiento del Ejército a que abandone la protesta y ha redoblado el clamor contra el dictador Hosni Mubarak para que abandone el poder y despeje el camino hacia la democracia. La plaza de la Liberación, epicentro de la revuelta, es este mediodía un olla a presión cargada de frustración popular. La cadena de televisión Al Yazira calcula que alrededor de dos millones de personas abarrotan el recinto para expresar su hartazgo y exigir el fin de una época. Tras el mensaje decepcionante de los militares, que siguen sin abandonar su calculada neutralidad tras dos semanas de crisis, el imán de la mezquita de Tahrir ha aprovechado el sermón de la oración del viernes para reclamar a los manifestantes que se mantengan "firmes" y perseverantes en sus demandas y ha animado a los asistentes a "celebrar el triunfo de la dignidad". La plaza ha prorrumpido en gritos de "fuera, fuera".


El Ejército se ha mantenido fiel a la ambigüedad en su esperado mensaje al pueblo egipcio, impaciente ante la decepción que ha supuesto la decisión de Hosni Mubarak de aferrarse al poder. En un comunicado divulgado poco antes de mediodía, el Consejo Superior de las Fuerzas Armadas, presidido por el ministro de Defensa, Mohamed Husein Tantaui, ha exigido el fin de las protestas, que hoy entran en su jornada 18ª, para recuperar la normalidad en el país árabe. Los militares se han comprometido a levantar el estado de emergencia, una de las exigencias clave de la oposición, siempre y cuando los manifestantes dejen las calles y regresen a sus casas. "El estado de emergencia se levantará tan pronto como terminen las actuales circunstancias", reza el comunicado. Los generales también han asegurado que apoyarán las "enmiendas legislativas" necesarias para garantizar la celebración de "elecciones presidenciales libres y justas" pero sin concretar una fecha. Por último, han reclamado la necesidad de "recuperar ordenadamente la normalidad para preservar los intereses y la prosperidad de nuestra gran nación".


Los militares dieron ayer esperanzas a los manifestantes al anunciar que respaldaban "las reivindicaciones legítimas" del pueblo egipcio, pero su papel sigue sin definirse. Apoyan, o al menos entienden, las peticiones de la oposición pero al mismo tiempo mantienen en pie un régimen que parece derrumbarse según pasan los días. Hoy tenían la oportunidad de precipitar su fin si apostaban con claridad por una transición real e inmediata hacia la democracia. No ha sido así. Han preferido alargar la agonía de Mubarak con vagas promesas de cambio pero sin tomar medidas para materializarlo.


El mensaje es un jarro de agua fría sobre las esperanzas del pueblo egipcio, cuya respuesta sigue siendo una incógnita. El desafío lanzado anoche por Hosni Mubarak a su pueblo, anunciando que continuaría como presidente hasta septiembre pero que transfería parte de su poder al nuevo hombre fuerte, el vicepresidente Omar Suleimán, desató la ira de los manifestantes, que prácticamente daban por hecho su renuncia y la apertura de una nueva etapa en el país árabe. La respuesta del pueblo se prevé contundente para hoy, ya que las marchas masivas convocadas para este viernes toman ahora un nuevo cariz y sus consecuencias son impresivibles.


"Mubarak, no te queremos"


Miles de personas han vuelto a pasar la noche en el lugar emblema de la revuelta para demostrar que no claudican en su lucha contra el régimen. Desde primera hora los manifestantes han ido tomando posiciones en distintos puntos de la capital egipcia. Además de la multitud reunida en la plaza de la Liberación, dos nuevos focos de resistencia ciudadana se han instalado en El Cairo: el palacio presidencial y el edificio que alberga la televisión y la radio estatales. "Abajo, abajo Mubarak", es el lema coreado por varios cientos de personas a las puertas del palacio, vigilado por soldados que asisten sin intervenir a la protesta. Un cartel exigiendo la renuncia del rais ha sido colgado en las alambradas que bloquean la entrada al edificio. "No importa cómo enmiendes la Constitución, no te queremos" y "dejar significar marcharse", son algunos de los lemas coreados por los presentes. Una protesta similar está teniendo lugar frente a la sede de la radio y la televisión, donde el Ejército ha instalado un cordón de seguridad rodeando el edificio con tanques.


En otros lugares como Alejandría y Suez la situación se complica por horas. En Alejandría, la segunda ciudad del país, miles de personas se manifestan en el exterior de la mezquita de Qaid Ibrahim, cuyo imán elogió durante la oración a los asistentes por ayudar a "poner fin a un régimen corrupto que actúa como agente de otros" y les ha pedido que no abandonen una "revolución que está siguiendo todo el planeta". La cadena Al Arabiya informa citando a testigos de que en Suez los manifestantes se han hecho con el control de algunos edificios gubernamentales.


El anuncio del rais fue insuficiente no solo para los egipcios, sino también para el líder opositor El Baradei -quien aseguró en su cuenta de Twitter: "Egipto va a explotar"-, varios dirigentes europeos e incluso para la Administración de Barack Obama, que tras reunir a su equipo de seguridad pidió a Mubarak una democracia "inequívoca".


Una jornada clave


Entretanto, la oposición han convocado para hoy una multitudinaria manifestación, que después de los últimos acontecimientos promete ser aún más masiva que las anteriores. Sus portavoces, que no líderes, prometieron mantener la actitud pacífica que han mostrado hasta el momento. Pero la frustración popular hace temer brotes de violencia. Esperan congregar de nuevo a cientos de miles de personas, como lo hicieron el pasado viernes -marcado como el Día de la Despedida" del dictador-, o el martes -cuando desbordaron la plaza y marcharon a miles hacia el Parlamento. La previsión, además, es que se les unan egipcios de todo el país, algo que el régimen ha tratado de evitar cortocircuitando el ferrocarril. Un país paralizado al que se le suma una la cadena de huelgas de trabajadores de los sectores textil, de telecomunicaciones y metalúrgicos reclamando mejoras de salarios y de sus condiciones laborales.
El País

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