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Decenas de personas (todas ellas procedentes de los refugios que improvisó el gobierno para las personas que perdieron sus viviendas a causa de las lluvias decembrinas) son reunidas en un acto de magia convocado por el prestidigitador Hugo Chávez Frías. Casi como si fuese un gran acto de hipnosis, el Presidente de la República, haciendo gala de su talento como ilusionista, en plena cadena nacional, se dispone a entregar apartamentos que no existen, y espera que estos ciudadanos esperanzados respondan de memoria, como especie de visualización metafísica, el número de apartamento, la letra de la escalera y la torre del edificio. Chávez los nombraba en una lista, y éstos tenían que decir donde serían ubicados. Para lamento del mago, en el acto no hubo coincidencia. Se vieron entonces caras de decepción.





¿Quién entrega una llave de una puerta que no existe como símbolo de un compromiso futuro, dejando claro que para tal efecto es necesaria su relegitimación en el próximo proceso electoral? Su majestad Hugo Chávez Frías en ejercicio de un cinismo superior. Mayor descaro, imposible. Aprovecharse impúdicamente de las necesidades para provecho político no es ni ético ni mucho menos revolucionario. Este accionar, a diferencia de lo que predica el discurso oficialista, es bajo. Pone al descubierto que el pueblo tiene importancia para el gobierno como instrumento útil de sobrevivencia política. Este pueblo, que carga sobre sí una gran deuda social, es víctima de la esperanza, alimentada por el clientelismo ramplón de este gobierno que copia, a despecho suyo, lo peor de la llamada cuarta república.


El presidente anuncia la construcción de 150 mil viviendas para este año y otras 200 mil más para el 2012, es decir, pretende construir en dos años lo que no ha sido capaz de realizar en 12 años. Este acto de magia, en procura de vender esperanza precisamente en una de las materias donde el gobierno ha mostrado su mayor fracaso, sin duda es, además de iluso, farsante. En un momento en el cual en el país no hay ni cemento ni cabillas, gracias a las políticas que el gobierno ha implementado en materia de vivienda, con el fin de perjudicar al sector privado de la construcción. ¿Dónde están las casas iraníes, chinas, rusas, bielorrusas?


No hay que llamarse a engaño, la política comunicacional del gobierno es efectiva. A pesar de los fracasos, logra crear expectativas en la población. Muchos anuncios del gobierno han terminado en los fiascos más estrepitosos, entre otras cosas por la expresa ineficacia y la corrupción enquistada, aun así, como acto de hechicería, relanza programas nuevos camuflajeados que la gente esperanzada compra, sobre todo en épocas electorales.


Tenemos ahora la Misión Vivienda Venezuela, más de lo mismo: demagogia y populismo. Ojalá logre el gobierno cumplir tal promesa para el beneficio de los miles y miles de ciudadanos hoy con problemas de vivienda. Pero ya sabemos como terminan estos episodios de encantamiento, como diría Fito Páez, en barcos que se estrellan en la nada.

Por Franklin Piccone Sanabria

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