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Una espiral de protestas. Esas luchas son algo más que pura irritabilidad colectiva. En realidad indican que la llamada masa crítica aumentó. Los hechos lo muestran. En los últimos meses, ese rosario de conflictos sociales ha colocado al gobierno de Hugo Chávez contra la pared
Algunas investigaciones señalan que en los tres primeros meses del año se han realizado un poco más de 13 protestas por día.




En cifras redondas se habla de 1.200 conflictos sociales. Pero lo relevante es que casi todos esos enfrentamientos han tenido características similares: poseen un liderazgo propio que proviene de las comunidades, organizaciones o empresas, según el caso. En ese sentido, ese liderazgo ha actuado de manera autónoma respecto de los partidos. Sus objetivos han sido definidos más allá de lo ideológico y doctrinario: esa gente se levantó en defensa de sus derechos, reivindicaciones y sueños. Y, además, modificaron las formas y estrategias de lucha.



La sociedad tiene mayor conciencia de sus intereses. Y en general, sus decisiones muestran un grado superior de racionalidad política. De hecho, por el aumento de esa racionalidad, la violencia abierta se pudo encausar: se impidió la guerra civil que algunos grupos intolerantes deseaban provocar. Esa nueva sociedad conjuró la ruptura del orden institucional. En su lugar, se está bregando otra oportunidad.

La oportunidad es para renovar el acuerdo que regula la dinámica del país. Un acuerdo para la convivencia y el desarrollo competitivo de la vida ciudadana. Esa alianza la exige el grado de conciencia cívica que las mayorías han alcanzado. Por eso, hoy resulta mezquino plantear un pacto entre partidos para un gobierno de transición. En realidad, esa propuesta es empobrecedora. En especial, revela que existe un liderazgo incapaz de reconocer el proceso que está en marcha.


En Venezuela se produjo una transformación de la conciencia del ciudadano. Los reclamos sociales son una de las expresiones de ese proceso. Ellos expresan una fractura moral y cultural con algunos valores, principios y acciones que ordenaban la sociedad. Por eso, los ciudadanos tratan con desdén y desconfianza a muchos líderes: los perciben envejecidos, a la vez que rechazan sus palabras, prácticas y partidos. La ruptura que se aproxima es con el gobierno de Hugo Chávez. Pero también contra aquellos que desde otras organizaciones comparten una forma similar de entender y ejercer el poder y la política.

Por ALEXIS ALZURU

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